



La Semana Santa no puede caer antes de lo que cayó el pasado año 2008. El plenilunio o luna llena de primavera se produjo precisamente el Viernes Santo, día 21 de marzo.
La particularidad que tuvo la Semana Santa del año pasado es que ninguna otra puede caer en el calendario antes que ésta. Por si no lo sabían, es la Luna la que marca la fecha para la celebración y por tanto estable el calendario litúrgico. Para calcular las fechas en que hay que celebrar la Semana Santa hay que tener en cuenta que el Viernes Santo siempre es el primer viernes después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera (aquel en que el día dura lo mismo que la noche y comienza oficialmente la primavera, 21 de marzo). Lo curioso es que el año pasado el primer plenilunio primaveral se produjo el día 21, primer día de primavera, y cayó en viernes.
La Iglesia Católica quiso, ya desde un principio, conmemorar la muerte de Jesús el mismo día que lo relatan los evangelios. Como en aquel tiempo, los judíos –igual que ahora- se servían del calendario lunar, por este motivo la Iglesia ha sido fiel al calendario lunar.
Por tanto el Viernes Santo es la primera luna llena después del invierno. En consecuencia la celebración de la Semana Santa no puede madrugar más en el calendario.
Los primeros cristianos reinterpretaron la antigua fiesta de la Pascua (el paso del invierno a la primavera) para celebrar la Resurrección. El cálculo de la pascua fue motivo de discrepancia hasta que Dionisio el Exiguo convenció a los romanos de hacerlo según el cálculo alejandrino, a partir del equinoccio de primavera (21 de marzo). Así, la Semana Santa es una celebración móvil que puede caer en fechas tan alejadas entre sí como el 21 de marzo o el 25 de abril.
Desde que se decidió en el Concilio de Nicea, en el año 325, el Viernes Santo se celebra después de la primera luna llena de la primavera, es decir, la primera que se produce después del equinoccio de marzo.